Cómo sobrevivir a un Festival (I): El descanso

miércoles, 23 de enero de 2013


Empecé mi vida festivalera con apenas 17 años. El antiguo Festimad en el Parque del Soto de Móstoles fue mi bautismo. Pixies, Ben Harper y Korn fueron las primeras bandas que disfruté con el concepto de muchos conciertos durante varios días. Desde entonces, doce años después, he ido a una media de dos al año. Mil historias que me han animado a empezar una serie de artículos semanales sobre cómo sobrevivir a un Festival.

Si nos ponemos a pensar en varios días de diversión en un Festival nos visualizamos disfrutando de conciertos, embriagados por placeres etílicos y conociendo a gente de diferentes tipos y lugares (e intentando introducir el pito, que sois unos golfos). Cosas que generalmente ocurren. Pero a veces nos olvidamos de una de las cosas más importantes de tantas horas de desfase musical: El descanso.

Recuerdo mi primer Viñarock. Con 20 años, no piensas en descansar. Piensas en cansarte de las formas más extravagantes y en aventuras que contar durante varios meses. Gran error. Las zonas de acampadas de los festivales NO SON CAMPINGS. Es decir, el suelo es duro y está lleno de grandes piedras en el que además, es muy difícil plantar bien una tienda de campaña. Aunque vayamos cortos de pasta, merece la pena comprar un colchón hinchable.

Y no sólo un colchón. Desde que te despiertas hasta que vas a la zona de conciertos, pasan unas cuantas horas. La mejor forma de pasar ese tiempo es sentado. Así que nuestra inversión no será completa sin sillas. Y para los que os guste la comodidad completa, una mesa. Las sillas las podemos adquirir desde 10 euros en Decathlon (el inventor de las tiendas de campaña Quechua estará riéndose y acariciando un gato en la mansión que le hemos pagado los festivaleros).

Rozo la treintena. Es decir, mis resacas son devastadoras. Y en un Festival, la recuperación es mucho más complicada. Benditos los que no bebéis y lamento si pienso que todos os pasáis de la ralla con el alcohol, pero como avisé, hablo desde mi experiencia. Y pasar una resaca sentadito y escuchando música, es mejor que dentro de la tienda o vagando por la localidad de turno.

En el caso de los más sibaritas, como ya es el mío, el campamento se completa con un 'chambao'. Es decir, un cenador con un montaje de aluminio y un techo de lona. Sé que es tedioso montarlo. Pero en caso de que haga mucho sol, es una bendición caída del cielo. Y una buena forma de conocer gente que querrá acercarse a vuestro campamento base y resguardarse un poco del tiempo, sea demasiado bueno o demasiado malo.

Para terminar el pack completo de descanso, la elección de ropa. Sé que todos queremos estar divinos, vernos guapos. Pero más vale llevar unas zapatillas viejas y usadas que no nos hagan rozaduras y ropa que no nos importe tirar después del Festival. He estado en un par de Viñarocks de lluvia torrencial. Y recuperar esa ropa es más difícil que convencer a Albert Plá de que no se dope antes de un concierto. Y como pijada personal, la almohada. Las veces que se me ha olvidado, la he echado de menos.

¡Nos vemos en las tiendas de campaña!

FOTO1: Viñarock 2009
FOTO2: Envivo 2012
FOTO3: Viñarock 2012

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